domingo, 4 de octubre de 2015
Educar para innovar, innovar para educar
Por Elena Castro Martínez y Mariano Martín Gordillo. Agosto de 2015
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Desde que, a mediados del siglo XX, algunos economistas constataron que la introducción de innovaciones provoca transformaciones cualitativas de las economías, la innovación se introdujo en la agenda de las políticas económicas e industriales de los países y entre las recomendaciones de las organizaciones internacionales que se ocupan del desarrollo económico. Entre los factores que pueden influir sobre la predisposición a innovar de las empresas y entidades de un territorio se encuentra la cultura imperante en el citado territorio y las competencias de las personas que viven en él, tanto por su actitud ante los productos y servicios innovadores como por su papel en los procesos innovadores como profesionales, directivos o empleados de las diversas entidades sociales.
Entre innovación y educación hay un vínculo muy estrecho, pues la tarea educativa supone transmitir a los niños y jóvenes las actitudes y herramientas necesarias para su incorporación a la vida activa en la sociedad. En este proceso importa el legado de saberes, destrezas y valores que las sociedades quieren transmitir a las nuevas generaciones y que conforman el currículo, pero también importa el futuro, porque se educa para vivir en un tiempo en el que serán determinantes las competencias para afrontar la incertidumbre y las capacidades creativas para hallar soluciones a problemas aún no planteados. Esa tensión entre la transmisión de un legado bien definido y la preparación para la incorporación a la vida activa en lo profesional y participativa en lo social enmarca buena parte de los desafíos educativos de nuestro tiempo.
En esta comunicación se describen las competencias (conocimientos, actitudes y habilidades) que, de acuerdo con los estudios realizados, precisan las personas innovadoras y las características culturales de las organizaciones que favorecen la innovación. Se analizan las contradicciones entre los fines educativos declarados y su concreción real, así como los aspectos que condicionan y limitan la innovación en las instituciones educativas (la hiperregulación de los contextos educativos, los espacios seriados, los tiempos repetidos y los valores de la evaluación) se propone un nuevo enfoque de la profesión docente orientado a favorecer el desarrollo de las competencias que necesitan las personas innovadoras y se indica que independientemente de las restricciones que el docente encuentre en la organización, siempre puede encontrar prácticas docentes que ayuden a mejorar la educación para innovar y se avanza que el ámbito por dónde se pude iniciar estas prácticas sería el de la evaluación, que es la clave de bóveda de los sistemas educativos.
Explora las competencias de las personas innovadoras...
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